Te lo desmonto con tres argumentos:
1.Nada justifica la violencia. No somos rehenes de nuestras hormonas, podemos decidir sobre nuestros actos.
2.Si bien es cierto que los hombres tienen más testosterona, la ecuación testosterona= agresividad no es verdad, ya que deja fuera un montón de factores sociales y culturales.
3. Este tipo de afirmaciones normalizan la violencia porque llevan implícito el mensaje: “Como lo manda la biología, no hay nada que hacer”.
“Por mis cojones”, “porque me sale de las pelotas”, “por mis huevos morenos”… ¿Te suenan? Son frases que pronuncian machos alfa que ven en Torrente a su líder espiritual, hombres orgullosos de serlo que aprovechan la más mínima ocasión para situar el foco en lo que para ellos es el centro de la virilidad: los testículos. Los órganos reproductores masculinos, encargados de producir la mayor parte de la testosterona, son invocados para justificar reacciones impulsivas y poco razonadas porque se nos ha vendido el discurso de que esta hormona es la encargada de que los hombres sean más “machos”. Es decir, más agresivos y más sexuales. Si bien es cierto que los hombres tienen una concentración más elevada de testosterona que las mujeres, la violencia es más compleja que la existencia de una sola hormona.
Además, me hace especial gracia las contradicciones del machismo: por un lado, se nos presenta a las mujeres esclavas de nuestras emociones, totalmente irracionales e histéricas. Pero luego ellos son así por la testosterona. Vamos a ver, Paco, aclárate.
Decir la que biología nos define es saltarse la mitad de la ecuación. El comportamiento humano está mediado por una combinación de factores que también son psicológicos, sociales y cultura.es. Desde que somos pequeños, recibimos todo tipo de estímulos por parte de nuestra familia, nuestros amigos, el entorno o los medios de comunicación que nos marcan.
Durante el proceso de socialización, que dura toda la vida, vamos aprendiendo qué actitudes se entienden como correctas y cuáles no en función de nuestro sexo biológico. En la infancia, si somos niñas se nos enseñará a ser sumisas, cuidadosas y sensibles. Si somos niños, se nos enseñará a ser valientes, autónomos, competitivos y fuertes. A medida que nos hagamos mayores, recibiremos más mensajes que refuercen estar expectativas de género. En el patio del instituto, los chicos jugarán al fútbol y las chicas hablarán en corrillos. En las películas de acción, los hombres salvarán al mundo y las mujeres se enamorarán del malote de turno. En el plano de la violencia, la agresividad masculina será aplaudida, asociada a la capacidad de liderazgo, a la toma de riesgos y a cierto sex appeal.
Existe todo un imaginario colectivo de millones de películas, series y videojuegos que se basan en ensalzar al más violento, al más machote. “Pero ¿qué me dices de Lara Croft?”, puede preguntarte el mismo tipo que tiene en su bio de X una frase de El club de la lucha. Sí, claro, hay excepciones en las que se nos muestra un personaje femenino con poderío y cierta agresividad, pero quizá convendría que analizáramos en cuántos de esos casos no se produce también una hipersexualización de la protagonista o se la trata de loca o desequilibrada.
Afirmar que la testosterona va por libre y que la socialización no juega un papel clave en la agresividad masculina es como decir que una planta crece porque tiene una semilla, ignorando que el agua, la tierra y el sol también suponen un papel clave.
Si reducimos la violencia al determinismo biológico, ocultamos los factore sociales que promueven y normalizan la agresión en los hombres. ¿Qué hay de la educación? ¿De los roles de género y de las expectativas culturales? ¿Qué hay, por ejemplo, de aquellos padres que van a ver los partidos de fútbol de su hijo y que se ponen a gritar y a insultar frenéticos desde la grada? Todo esto promueve actitudes violentas, y nada de ello tiene que ver con los niveles de testosterona.
Lo que ocurre es que, si escondemos esta agresividad dentro de una hormona, parece que no la podamos evitar, que está ahí de manera innata. La mayoría de los crímenes violentos están perpetrados por hombres, pero ¿es eso culpa de que “pobrecitos, es que tienen la testosterona muy alta?” En absoluto. Justificarlo por biología es eludir su responsabilidad. Pueden decidir matar o no matar, violar o no hacerlo, atacar o no a su pareja…Por suerte, no somos marionetas con las que nuestras hormonas se divierten.
En el fondo, quienes usan la excusa de la testosterona para justificar la violencia masculina está negándose a que se produzca ningún cambio: “Es así, no se puede modificar la naturaleza”. En cambio, si asumimos que la agresividad de los hombres está estrechamente relacionada con factores culturales, sí podemos hacer algo: luchar para cambiarlos. Menos testosterona y más responsabilidad.
NUESTRA RESPUESTA: LOS HOMBRES SON MÁS AGRESIVOS POR CÓMO HAN SIDO SOCIALIZADOS.
(Júlia Salander. Fuego al machismo moderno. Penguin Random House Grupo Editorial. Barcelona 2025)